Diciembre 2013
La artrosis es la más frecuente de todas las patologías reumáticas. Afecta directamente las articulaciones, y puede aparecer en cualquiera de ellas, aunque ciertas localizaciones son más habituales. Generalmente, el motivo de aparición de los síntomas de la artrosis es La degeneración del cartílago.
El cartílago en una articulación; recubre el extremo de los dos huesos que forman la articulación (rodilla, codo, hombros, nudillos, etc,…), permitiendo que, al moverse, los huesos no rocen; también absorbe los golpes sobre la articulación. Este cartílago se ve nutrido por un líquido viscoso (llamado sinovial), que permite la lubricación de la articulación y consigue que el cartílago se encuentre en las condiciones perfectas de hidratación y elasticidad para llevar a cabo su función.
Cuando se desarrolla la artrosis, dicho cartílago pierde sus propiedades. Puede incluso llegar a desaparecer, haciendo que los extremos de ambos huesos rocen directamente, produciendo dolor. También puede ocurrir que la viscosidad del líquido sinovial disminuya, resultando menos efectivo. El hueso puede reaccionar, estimulándose el crecimiento lateral del mismo, y dando lugar a lo que en medicina se conoce como osteofito. Esto produce la típica deformación de las articulaciones y la aparición de nódulos, es decir; pequeños bultos que se pueden palpar, resultado de ese crecimiento anormal del hueso.
Todo esto se complica cuando el organismo elimina los pequeños restos de cartílago que aún quedan alrededor de la articulación. Se produce la liberación de factores inflamatorios, que empeoran la inflamación y el dolor asociados a la degeneración de la articulación.
La artrosis se puede clasificar en función de las causas que la han desarrollado:
Artrosis primaria: Aquella que aparece sin factores causantes conocidos. Se llama idiopática por este motivo. Las localizaciones más frecuentes de la artrosis primaria son: manos, pies, rodillas, cadera o columna, entre otras.
Artrosis Secundaria: En este caso sí se puede apreciar una causa para la aparición de la patología. Pueden ser enfermedades congénitas; traumatismos, algunas enfermedades del metabolismo; endocrinas, como la diabetes o el hipoparatiroidismo; alteraciones inflamatorias neurológicas o vascularesetc, etc,…
La mayoría de los síntomas de la artrosis derivan del mecanismo y las causas de producción de la enfermedad (ver apartado 'Qué es la artrosis'). No obstante, los síntomas más frecuentes, que suelen aparecer en casi todos los procesos de artrosis son los siguientes:
Dolor: es posible que el paciente no lo sufra y que se diagnostique la artrosis como mera coincidencia, gracias a alguna prueba radiológica llevada a cabo por otro motivo; pero es muy frecuente que aparezca. Se produce por la degeneración del cartílago y el roce de los dos huesos desnudos, carentes de la protección que les confiere el cartílago. Al principio de la enfermedad, el dolor suele aparecer al mover la articulación; pero cuando se ha instaurado completamente, el dolor suele aparecer con el reposo (por ello, a los pacientes que sufren artrosis desde hace mucho tiempo les suele doler más por las mañanas, durante los primeros minutos en los que deben mover las articulaciones tras la inactividad nocturna).
Crujidos: suelen aparecer tras un rato de descanso. Al mover la articulación, esta parece estar rígida, como si le faltara lubricación. Se debe al roce de los extremos de los huesos y puede ser otro síntoma de la artrosis.
Deformación: el crecimiento lateral de los huesos, al reaccionar por la degeneración del cartílago, produce deformidad en la articulación, que se agranda y se hace más ancha. En las manos es muy frecuente la aparición de los nódulos.
Inflamación y edemas: pueden aparecer procesos inflamatorios y acúmulos de líquido alrededor de la articulación dañada.
Si bien la artrosis se puede presentar en casi cualquier articulación del cuerpo, ciertas localizaciones son mucho más frecuentes. Además, las manifestaciones de esta artrosis pueden presentar pequeñas variaciones en función de la articulación afectada.
Artrosis en las manos: Suele cursar con nódulos o bultos. Son más frecuentes en las mujeres. Los miembros de una misma familia pueden presentar tendencia a sufrirla, si sus antepasados la han sufrido. La primera manifestación suele ser dolor e inflamación en una articulación; y después se va extendiendo a otras. A medida que van apareciendo los nódulos, las molestias van remitiendo, hasta la desaparición total de las mismas cuando la deformación ya está muy avanzada, y el principal problema lo constituye la alteración estética.
Artrosis en la rodilla: El sexo, la edad y la obesidad son muy importantes a la hora de padecer de artrosis en la rodilla. En especial la obesidad, que sobrecarga de peso a la articulación, desencadenando los problemas. Dolor en la cara interna o en la parte anterior de la rodilla. Puede cursar con chasquidos, y aparece a menudo al subir o bajar escaleras. En estados de gravedad mayor, puede aparecer cojera.
Artrosis en la cadera: El dolor suele manifestarse en la ingle. Mejora con el descanso. También puede doler la cara interna del muslo, la rodilla, o incluso la zona de las vértebras lumbares cercana a la cadera. La evolución puede variar mucho; puede permanecer estable o requerir de cirugía. Los movimientos normales pueden estar comprometidos, dificultando acciones tan comunes como abrocharse los zapatos (porque no se puede flexionar la pierna) o cruzar las piernas.
Artrosis en la columna vertebral: En la artrosis de la columna suele aparecer dolor en la región cervical (en el cuello) o en las vértebras lumbares debido a la degeneración del cartílago que, en este caso, facilita el movimiento de las vértebras y el roce entre ellas; los músculos de la zona pueden sufrir contracturas, lo que dificulta el movimiento del cuello o los hombros, en el caso de la artrosis cervical. Se puede transmitir el dolor, debido a la conducción nerviosa, hasta la zona de la cadera, produciendo ciática (dolor en el nervio ciático).
Los factores de riesgo son aquellos determinantes que presenta una persona que la hacen más susceptible a sufrir una enfermedad. En el caso de la artrosis, la edad avanzada, mayor incidencia en el sexo femenino, la obesidad (sobre todo en artrosis localizada en articulaciones como las rodillas y otras que soporten peso), la actividad deportiva y ciertas profesiones, así como la menopausia e inclusive algunas secuelas tras algunaa cirugía y golpes repetidos sobre alguna articulación. También debemos considerar los antecedentes familiares: es posible la transmisión genética de la predisposición a sufrir artrosis. Los genes que regulan el colágeno, una proteína muy importante en la composición del cartílago, se transmiten de padres a hijos; y si estos genes están alterados, dan lugar a un colágeno poco funcional, lo que aumenta el riesgo de sufrir artrosis. Por último y a pesar de lo que se ha creído siempre, las condiciones climatológicas no afectan a la aparición/empeoramiento de las enfermedades reumatológicas. Sí es cierto que las bajadas de presión atmosférica o una elevada humedad pueden hacer que el paciente sienta más molestias temporalmente, pero ello no significa un empeoramiento de la enfermedad.
Los síntomas que el paciente refiere y el examen de las articulaciones afectadas será lo que indique al médico un posible diagnóstico de artrosis. Las radiografías también son muy útiles en la confirmación del diagnóstico y ayudan a descartar otras posibles patologías. Los análisis de orina o de sangre no suelen encontrarse alterados, de manera que no son de gran utilidad. En algunos casos, el médico puede extraer algo del líquido sinovial de la articulación, con dos finalidades: analizarlo para descartar otras patologías y liberar la articulación afectada de la presión ejercida por el acúmulo de líquido sinovial en la misma.
La artrosis es una patología que actualmente no tiene cura; pero hay un amplio rango de medicamentos que se pueden utilizar para que el dolor y la inflamación remitan. Algunos medicamentos, como paracetamol o ibuprofeno, pueden ser adquiridos sin receta, pero es aconsejable seguir siempre la indicación médica. Nunca se deben tomar en ayunas (el paracetamol no suele dar problemas de este tipo) y, de cualquier forma, es preciso consultar al médico o farmacéutico si a pesar de tomarlos con el estómago lleno, se notan molestias; o si el paciente es propenso a sufrir úlceras estomacales o duodenales.
Algunos pacientes aprecian una gran mejoría utilizando únicamente los antiinflamatorios y analgésicos más habituales. En algunos casos, para los ataques de especial intensidad, el médico puede recomendar otros antiinflamatorios más potentes o su utilización conjunta con otros analgésicos algo más fuertes, como codeína o tramadol, que son opiáceos menores. Estos deben utilizarse siempre bajo control médico ya que, aunque a las dosis habituales es poco probable, pueden producir tolerancia (dejan de hacer efecto y es necesario aumentar la dosis para obtener los mismos resultados) y adicción. Algunos pacientes con artrosis muy avanzada requerirán opiáceos mayores (morfina, fentanilo) para aliviar el dolor. Estos medicamentos se dispensan estrictamente bajo receta médica.
Existen, además, unos antiinflamatorios bastante específicos para las alteraciones reumatológicas, los ICOX-2, como el celecoxib, que inhiben una enzima vital para la formación de prostaglandinas, las moléculas relacionadas con el dolor y la inflamación, sin presentar los efectos adversos a nivel de la pared del estómago, habituales de los antiinflamatorios clásicos.
Otros medicamentos que pueden utilizarse, si el médico lo estima oportuno, son los corticoides, que se pueden tomar por vía oral, en forma de cremas, o incluso inyectados en la articulación, para disminuir la inflamación y, con ella, el dolor (muy útiles en ataques agudos, antes de iniciar un tratamiento de mantenimiento); la capsaicina en pomada, que disminuye la cantidad de transmisores que conducen la sensación dolorosa por los nervios; o las inyecciones de ácido hialurónico, que tiene una consistencia y composición similar al líquido sinovial de la articulación, facilitando que el cartílago esté nutrido y reduciendo, en la medida de lo posible, las manifestaciones derivadas de la degeneración. Estas inyecciones se aplican una vez a la semana durante varias semanas, con lo que el efecto tarda más en aparecer.
En algunos casos puede ser necesario llegar a la cirugía para conseguir que la articulación no siga degenerándose.
La artrosis no tiene cura por el momento, pero los tratamientos disponibles, así como las recomendaciones para la artrosis indicadas en el siguiente apartado, pueden atenuar mucho los síntomas, en especial el dolor y la inflamación, de manera que el paciente pueda llevar una vida casi normal. En algunos casos, la artrosis no evoluciona, no es degenerativa; de manera que, aunque puede aparecer el dolor en forma de ataques de cuando en cuando, el cartílago no degenera completamente, o la deformación de la articulación no es total.
No hexiste una dieta específica, pero muchos tipos de artrosis se pueden mejorar evitando el sobrepeso, para no sobrecargar la articulación (muy importante en rodillas, caderas, e incluso en columna vertebral).
El ejercicio aeróbico frecuente (natación, pasear...) puede mejorar la funcionalidad de la articulación y evitar que los músculos relacionados se atrofien por disminución de su uso, pero alternando con periodos de descanso. Si se padece de artrosis en las manos, es conveniente reducir el tiempo que se dedica a actividades como coser o algunas manualidades, ya que los movimientos repetitivos no convienen.
Existen en las ortopedias ciertas férulas que pueden contribuir a aliviar la carga que soporta la articulación, pero deben complementarse con ejercicios específicos para favorecer el movimiento de la articulación y fortalecer los músculos; así como con la aplicación de calor o frío para relajar y tonificar la zona. El calor local puede calmar el dolor, aplicado en forma de baño o con una manta eléctrica. El frío es bueno para reducir la inflamación y tonificar la zona. Por la mañana es normal que duela más, debido a la inactividad de la noche; por ello, el baño caliente por la mañana es una buena manera de desentumecer las articulaciones afectadas.
En la farmacia se encuentran disponibles suplementos nutritivos como el sulfato de glucosamina y el condroitin sulfato, que son precursores del cartílago y pueden favorecer la mejoría o retrasar la aparición de la artrosis. El médico debe valorar la conveniencia de su uso en cada caso concreto.
Es importante evitar cargar con pesos excesivos, caminar por superficies irregulares, o permanecer de pie mucho tiempo sin descansar, en caso de sufrir de artrosis de cadera, rodilla, columna vertebral... Usar un calzado cómodo también es fundamental, para evitar adoptar posturas incorrectas. Algunos pacientes encontrarán útil el uso de bastón, para favorecer la marcha, mantener el equilibrio y evitar las caídas.